Las minutas cartográficas eran el resultado de trabajos de campo,
de reconocimiento para la edición de los mapas topográficos. Su finalidad era
identificar novedades territoriales que debieran ser reflejadas en el mapa, y
actualizar la toponimia. Por eso se refieren exclusivamente a registros
antrópicos, la parte volátil de la información topográfica. Estos bosquejos
planimétricos, como se denominaban en la época, se realizaron en cumplimiento
de la Ley de 24 de agosto de 1896. En el término de Níjar, los trabajos se
realizaron entre los últimos meses de 1899 y los primeros de 1900. La escala de
trabajo era 1:25.000.
El contexto histórico que refleja el mapa es el de un momento de
"cambio de piel" en el valle de Rodalquilar, uno de tantos en la
historia de este paraje. Los efectos de la desamortización de Madoz, con la
privatización de gran parte de los montes públicos del término, y, en especial,
los cercanos a la costa, se estaban dejando sentir. La incipiente minería en
torno a la expectativa de explotación de los cuarzos auríferos no había
superado aún la fase de toma de posiciones de los agentes locales. Todavía
faltaban un par de décadas para el inicio de la fase metalúrgica.
Lo primero que llama la atención no es algo que se ve en el mapa,
sino algo que no se ve. No se ve el pueblo de Rodalquilar, puesto que en estas
fechas no existía. Su embrión urbano, El Estanquillo, era una de las numerosas
cortijadas que salpicaban todo el fondo de la caldera volcánica.
Justo a la entrada al valle desde la rambla de la Pedrera aparece
el topónimo "La Estancia", que trae ecos de la época en la que el
valle servía de "invernadero" para el ganado transhumante de las
sierras del reino de Granada.
En general, es interesante observar la pequeña toponimia de nombre
de cortijo que sigue vigente (Maturana, Los Frailes, Requena, Montano, Toyo,
Pedrera, Lázaras, Madroñal, Noble, Casa Carabineros), en contraste con otra
cuyos datos toponímicos han pasado a la historia (Antonio Lázaro, Francisco
Martos, Francisco de Paula, Domingo Caravaca, Los Chazinos, José Gil, José
Segura, Los Pérez, Baldomero Alías, Miguel García Blanes, Cortijada Freniche,
Francisco de la Cruz Pérez -que había comprado el cortijo de la Unión al padre
de Carmen de Burgos-, Josefa García, José Requena, Los Cañaces).
Aparecen en el valle 9 norias, número que contrasta con las 25 que
todavía hoy pueden identificarse. Es muy probable que los inicios de la minería
y metalurgia del oro fueran un estímulo para la puesta en cultivo de predios,
los que obligaría a la construcción de nuevas norias.
En el cerro de la Cruz, aparece una desconocida mina
"Aurora", la cual apenas unos años más tarde se renombraría a
"María Josefa" y su actividad daría un vuelco a la historia de la
minería del coto de Rodalquilar, llamando la atención nacional e internacional.
Sin embargo, la otra mina de oro icónica de Rodalquilar, "Las Niñas",
en actividad desde mediados del siglo XIX y situada en las inmediaciones de los
cortijos del Estanquillo, en este año 1900 no aparece reflejada en los mapas,
dando fe de su peculiar historia a caballo entre el secretismo de sus
actividades y los altibajos en su explotación a pie de mina, unas veces en
relación con el plomo y la plata, otras veces en relación con el oro.
En el cerro del Cinto, mientras en su ladera oriental las minas de
caolín ya estaban en actividad, y suministraban material a las alfarerías de la
comarca, en su ladera occidental todavía no existía ni una sola mina en
actividad. No será hasta la década de 1920, cuando Aureliano Buendía describa
sus diques auríferos con oro en partículas a simple vista en la superficie.
En la llanura de Rodalquilar, destaca significativamente que solo
aparezcan dos minas cartografiadas ("El Triunfo, junto a la rambla del
Granadillo, y "La Milagrosa, en la ladera occidental del cerro de los
Guardas), cuando en aquel año 1900, existían decenas y decenas de minas
registradas en esa llanura y sus alrededores, pero al parecer, si hacemos caso
a la cartografía, solo dos de ellas habían dejado huella por su actividad y las
demás debían de permanecer inactivas, es decir, existía un claro episodio de
especulación minera en el año 1900.
El sistema viario era orgánico, y estaba compuesto por un conjunto
de pistas de carreta que conectaban las principales cortijadas entre sí y al
valle con el exterior. De la Isleta venía el camino de Verlandino al Campillo.
Desde el Hornillo, el camino de la Pedrera. Desde las Hortichuelas, el camino
de los Nicolases, junto a la rambla de los Toyos, y la cuesta de las Piedras,
por la ladera de la Molata. El eje del valle estaba formado por el camino del
Estanquillo a la cuesta de las Piedras y al Playazo.
Para finalizar, un topónimo enigmático. Aparece en el centro del
valle, cerca del actual cruce del camino del Granaillo con la carretera a Las
Negras. "Fábrica del Jébe". Un nuevo reto para la investigación.
Francisco Hernández Ortiz. Geólogo
Rodolfo Caparrós Lorenzo. Geógrafo
¡Hasta la próxima!
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